Ya está aquí, ya llegó… no, no es la Patrulla Canina, sino el ansiado cierre por vacaciones. Un cierre que, en nuestro caso, es relativo porque no tenemos puerta para poner el típico cartel de ‘Volvemos en septiembre’ (lo que tienen los negocios vía web). Además, somos autónomos y, como todo el mundo sabe, los autónomos no tenemos vacaciones… aunque, a veces, también nos gusta desconectar.
Igual que a nuestros pequeños e incondicionales artistas, esos que a lo largo del año nos han mandado sus dibujos para contarnos cómo es el Entierro de la Sardina o sus deseos más profundos. Algunos nos han hecho llegar sus planes veraniegos en formato artístico, que en general han servido para darnos muchísima envidia.
El destino con mayor afluencia, para variar, es el mar: en el norte, en el sur, en el Mediterráneo, en el Cantábrico, para nadar, para hacer surf, para hacer castillos de arena y ‘croquetas’… Qué sería de nosotros sin una buena playa a la que acudir embadurnados de crema del sol pantalla total con nuestro mejor bañador y las chanclas (de Midibu 4U, of course); clavar la sombrilla en la arena al estilo ‘Armstrong en la Luna’ y desplegar esterillas, toallas, cubos, palas, rastrillos… listos para la acción.
En este saco entran también los (suertudos) que se van de resort, con playa privada al lado de su habitación, piscina con toboganes y colchonetas con reposa daikiris, pensión completa para no pensar en qué cocinar, parque de bolas y mil y una actividades para que padres e hijos se lo pasen genial. En cualquier caso, todos recalarán en alguno de esos incombustibles chiringuitos que se levantan junto a la arena, esos que nos surten de ensaladas mixtas, ‘pescaíto frito’, zumos y cervecita fresca a ritmo de King África (horror y pavor).
No debemos olvidarnos de los que aprovechan el verano para conocer nuevos mundos, nuevas ciudades, nuevas culturas, nuevos idiomas. Esos que se embarcan en un avión y pasean por París, Londres, Dublín, Amsterdam… los que recorren las pirámides de Egipto, la Muralla China, la ópera de Sidney… y los que viajan lejos para visitar o, incluso, conocer a esos familiares que están lejos. ¡Cuántas cosas nuevas se descubren! ¡Cuántas fotos se pueden sacar! ¡Cuántas postales podemos mandar! ¡Y cuántos dibujos podemos hacer!
Tampoco faltan los que se van al pueblo, generalmente al de sus abuelos, a campar a sus anchas: mucha bicicleta, mucha pelota, mucho jugar al escondite, al pilla pilla, muchas rodillas magulladas… y mucha fiesta, claro. Los que tienen pueblo no suelen fallar ni un año a la cita, con orquestas, charangas, gigantes y cabezudos, hinchables, campeonatos de mus y tute, concursos de disfraces y desfiles, siempre coronados por un montón de banderines de colores para alegrar el paisaje.
Eso sí, los que vuelven en septiembre de pasar un largo y tendido verano en el pueblo se terminan convirtiendo en grandes supervivientes. La ‘escuela’ rural no sólo te enseña de vacas, gallinas y tractores, te curte para la vida sin WiFi, te endurece la piel y te hace ‘inmune’ al Betadine y a la Cristalmina, te da valentía para correr con la bici, picardía para ganar al ‘Cerdito de en medio’ (balón prisionero o pelotón, dependiendo de la generación que lea esto), sabiduría para evitar arañarse, pincharse u ortigarse en cualquier entorno y, lo más importante, imaginación desbordada para hacernos dibujos un año más.
No queremos dejar de lado a los que no pueden escaparse de su entorno habitual. Sabemos que no es lo ideal, pero siempre se pueden planificar actividades novedosas en nuestra propia ciudad: visitar exposiciones itinerantes, hacer excursiones a localidades cercanas, realizar manualidades… ¡¡Y DIBUJAR!!
¡¡FELICES VACACIONES!!
¡¡NOS VEMOS EN SEPTIEMBRE!!
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